Una mesa, una masía y un cuadro. Tarragona, Sant Joan Despí y Figueras. Modernismo y surrealismo de la mano, que encarnan la esencia vanguardista de la Cataluña de principios de siglo y que confluyeron en una Barcelona de entreguerras intensa, bohemia y combativa.
Cataluña es un lugar fascinante por muchos motivos, pero destaca, sin lugar a duda, por su rica historia social y cultural, por los movimientos artísticos que repercutieron en la arquitectura y el diseño de sus ciudades, salones y edificios, y por ser un crisol necesario para el auge del modernismo y las vanguardias.
Cuando apreciamos esta composición de la mesa Jujol, es inevitable que resuene con fuerza todo el eco de la historia. ¿Qué podría tener en común esta estilizada mesa auxiliar, diseñada por Josep María Jujol en 1920, con la masía de Can Negre, que él mismo reformó en 1930, y con el cuadro de Las Tentaciones de San Antonio, de Salvador Dalí?
El alcance de la comparación es inclasificable; en muchos aspectos, Jujol participó de forma activa de ciertos movimientos de vanguardia, como bien refleja el diseño de Can Negre. Sus formas onduladas, los símbolos religiosos y los colores sorprendentes nos insinúan un rico mundo interior del arquitecto y una visión onírica de la realidad, cercana al movimiento surrealista que impregna toda la obra de Dalí, pero particularmente a este maravilloso cuadro que pintó en 1946 y que ahora alberga el Museo Real de Bellas Artes de Bruselas.
Si uno se fija, las patas de los elefantes aguantan una carroza con tintes de basílica parisina, del mismo modo que las patas de la mesa Jujol aguantan su estructura en la composición de nuestra fotografía, que a su vez nosotros trasladamos a la fachada de Can Negre y a sus columnas, que presentan una concomitancia con el mundo daliniano, que nos evoca de forma irrevocable la esencia de nuestra historia.
Imágenes: Can Negre de Joan Palau, Mesa Jujol de Meritxell Arjalaguer.