Copenhaguen: testigo silencioso de una aventura editorial
Una multitud de gente se junta en reuniones que se alargan hasta el amanecer, en las que no escasean ni el tabaco ni el ingenio. La represión no pudo con la alegría. Es evidente que el mero hecho de poder juntarse, reír y conversar, por pequeño que fuese el espacio, era un acto de libertad. Un acto de libertad, de reivindicación y de rebeldía.
Surgida de uno de esos furtivos encuentros, de las cenizas de lo que pudo ser y no fue, la editorial Llibres de Sinera trató de dar voz a aquellos a quienes habían extirpado la lengua, mezclando polvo y agua para amasar el barro eterno de una nueva cultura inmortal.
“La acción se sitúa en un día de la segunda mitad de los sesenta, quizá a principios de los setenta. Una ciudad, Barcelona. Un piso en el barrio del Ensanche. El salón. Y en él, se conversa, se analiza, se debate. No hay té, no hay café, pero se fuma. Han arriesgado. Arriesgan. En el centro, el cenicero Copenhagen (1966), de André Ricard, es el observador silencioso de la Historia. Geometría del cilindro.
Tona Gustà
Espriu, Capmany, Pla-Narbona, Salvat, Cid… Circunspectos, osados y a un tiempo prudentes, hilvanan los hilos de una cultura maltrecha, buscan cómo impugnar la censura, lidian con sus armas: las palabras. De su aventura editorial, Llibres de Sinera, emprendida en 1967 en plena dictadura franquista, saldrán en pocos años Mister Evasió, de Blai Bonet, La revolución cultural en Cuba, de Alberto Moravia, Crítica i veritat, de Roland Barthes, o Tots els contes 1936-1967, de Pere Calders, entre otros. Una aventura corta y, sin embargo, intensa. Son parte de la Historia.
Desde 1966 el cenicero Copenhagen, de diseño mínimo y sin ornamentos, ha unido función y contemplación, la belleza en lo útil, en lo cotidiano, y ha sido testigo mudo de la vida de un país del que ya es patrimonio cultural. Como Llibres de Sinera”.
